Parece, que las tradiciones deben perderse si no se obtienen beneficios de ellas; que si no se comercializan ya no tienen valor ni vida propia; nos hace recordar la frase que tanto daña al campo: “pájaro que no canta y árbol que no da fruto, no sirven”. Todo tiene su utilidad y su arraigo en la tierra y en nuestras gentes. Una tradición unida a la tenencia y matanza de algún cochino, es la preparación de chorizos y morcillas caseras.
Siempre se ha dicho que del cochino todo se aprovecha, y es cierto. Pero para eso hay que saber aprender de nuestros mayores, participar y ayudar en todas las labores; estando presentes en tosas aquellas que nuestra edad nos permita. Por eso, con los alumnos se llega después de la muerte del cochino y de su preparación para ser descuartizado. Así nos acercamos de nuevo a la casa de la familia Godoy Pérez en El Tablado, y seguimos todo el proceso.
Por un lado se preparan las tripas del cochino (los intestinos, tanto el delgado como el grueso), que cortadas a la medida que se desee, son bien lavadas y limpias, a base de agua caliente y volteándolas cuantas veces haga salta (hay quienes la lavan con vinagre para desinfectarlas y dejarlas más blanquitas. Luego se amarran por un lado. Mientras, se preparan todos los ingredientes que van a formar la pasta con la que rellenaremos las tripas. Así, molemos y mezclamos en las cantidades que creamos conveniente ( según las tripas de que dispongamos y la suavidad y dulzura de las morcillas): papas, batatas, cebollas, ajos, manzanas, tomillo, almendras, bizcocho, pasas, hierba huerto, pimientos, sal, azúcar, castañas, orégano, comino molido,… y algunas especias que dan el punto familiar de cada artesano. Los ingredientes mayores sustituyen al arroz, que traen las morcillas que compramos en los mercados. Todo esto se mezcla con la cantidad de sangre del cochino que se desea.
Se cogen las tripas que se habían preparado y se llenan con la mezcla, con mucho cuidado y sin echar demasiado para que la tripa no reviente. Una vez llenas, se cosen por el lado que quedaba abierto.
Mientras se llenan las tripas, se pone a calentar un caldero con agua. Una vez que éste está caliente, aunque no demasiado, se echan las morcillas a guisar, pinchándolas antes una a una con una aguja gorda o palillo para que no revienten ni se quede aire dentro.
Cuando empieza a hervir el agua, hay que espumarlas, es decir, quitar la espuma que se va produciendo en la superficie. Cuando las morcillas ya están hechas, se sacan del caldero y se ponen a enfriar sobre papel o tela. Estas morcillas son más para guardar congeladas y utilizarlas en cualquier momento, que para ser colgadas en las cuevas y cobertizos. De cualquier forma, están riquísimas.
Siempre se ha dicho que del cochino todo se aprovecha, y es cierto. Pero para eso hay que saber aprender de nuestros mayores, participar y ayudar en todas las labores; estando presentes en tosas aquellas que nuestra edad nos permita. Por eso, con los alumnos se llega después de la muerte del cochino y de su preparación para ser descuartizado. Así nos acercamos de nuevo a la casa de la familia Godoy Pérez en El Tablado, y seguimos todo el proceso.
Por un lado se preparan las tripas del cochino (los intestinos, tanto el delgado como el grueso), que cortadas a la medida que se desee, son bien lavadas y limpias, a base de agua caliente y volteándolas cuantas veces haga salta (hay quienes la lavan con vinagre para desinfectarlas y dejarlas más blanquitas. Luego se amarran por un lado. Mientras, se preparan todos los ingredientes que van a formar la pasta con la que rellenaremos las tripas. Así, molemos y mezclamos en las cantidades que creamos conveniente ( según las tripas de que dispongamos y la suavidad y dulzura de las morcillas): papas, batatas, cebollas, ajos, manzanas, tomillo, almendras, bizcocho, pasas, hierba huerto, pimientos, sal, azúcar, castañas, orégano, comino molido,… y algunas especias que dan el punto familiar de cada artesano. Los ingredientes mayores sustituyen al arroz, que traen las morcillas que compramos en los mercados. Todo esto se mezcla con la cantidad de sangre del cochino que se desea.
Se cogen las tripas que se habían preparado y se llenan con la mezcla, con mucho cuidado y sin echar demasiado para que la tripa no reviente. Una vez llenas, se cosen por el lado que quedaba abierto.
Mientras se llenan las tripas, se pone a calentar un caldero con agua. Una vez que éste está caliente, aunque no demasiado, se echan las morcillas a guisar, pinchándolas antes una a una con una aguja gorda o palillo para que no revienten ni se quede aire dentro.
Cuando empieza a hervir el agua, hay que espumarlas, es decir, quitar la espuma que se va produciendo en la superficie. Cuando las morcillas ya están hechas, se sacan del caldero y se ponen a enfriar sobre papel o tela. Estas morcillas son más para guardar congeladas y utilizarlas en cualquier momento, que para ser colgadas en las cuevas y cobertizos. De cualquier forma, están riquísimas.
Soy Yolanda, madre de Silvia del C.E.I.P. Saucillo; me parece muy interesante el reportaje sobre las morcillas, así como sus ingredientes y elaboración. Es muy importante que se transmitan estas tradiciones y se den a conocer a todos nuestros hijos. Gracias por compartirlas con nosotros.
ResponderEliminar